Parecía que no quería llegar. Parecía que el tiempo se hacía eterno. Parecía que entre partes meteorológicos nos íbamos a perder, y se nos "aguaría el día". Pero aquí está. Hoy es Domingo de Ramos. Un Domingo, en el que el cofrade parece que recibe un nuevo bautismo y comienza la andadura penitente que nos llevará por toda la geografía española a revivir la pasión, muerte y resurrección de Cristo.
Ojalá no tengamos que contar malas noticias y podamos disfrutar de cada día de esta semana. Y desde Chipiona Cofrade, les invitamos a que este tiempo lo aprovechéis para la meditación, amén de ver las procesiones.
A partir de hoy, os traeremos el Evangelio del día, así como ya estamos haciendo desde el Viernes de Dolores, el tiempo para la jornada.
Os deseamos de corazón que esta Semana Santa la disfrutéis como cofrades y como cristianos que somos.
Por cierto la foto de inicio, es de la Borriquita de Córdoba, un precioso misterio.
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EVANGELIO DE HOY
Evangelio según San Lucas
22,14-71.23,1-56.
Llegada la hora, Jesús se sentó a la mesa con
los Apóstoles y les dijo:
"He deseado ardientemente
comer esta Pascua con ustedes antes de mi Pasión,
porque les aseguro que ya no
la comeré más hasta que llegue a su pleno cumplimiento en el Reino de
Dios".
Y tomando una copa, dio
gracias y dijo: "Tomen y compártanla entre ustedes.
Porque les aseguro que desde
ahora no beberé más del fruto de la vid hasta que llegue el Reino de
Dios".
Luego tomó el pan, dio
gracias, lo partió y lo dio a sus discípulos, diciendo: "Esto es mi
Cuerpo, que se entrega por ustedes. Hagan esto en memoria mía".
Después de la cena hizo lo
mismo con la copa, diciendo: "Esta copa es la Nueva Alianza sellada con mi
Sangre, que se derrama por ustedes.
La mano del traidor está sobre
la mesa, junto a mí.
Porque el Hijo del hombre va
por el camino que le ha sido señalado, pero ¡ay de aquel que lo va a
entregar!".
Entonces comenzaron a preguntarse
unos a otros quién de ellos sería el que iba a hacer eso.
Y surgió una discusión sobre
quién debía ser considerado como el más grande.
Jesús les dijo: "Los
reyes de las naciones dominan sobre ellas, y los que ejercen el poder sobre el
pueblo se hacen llamar bienhechores.
Pero entre ustedes no debe ser
así. Al contrario, el que es más grande, que se comporte como el menor, y el
que gobierna, como un servidor.
Porque, ¿quién es más grande,
el que está a la mesa o el que sirve? ¿No es acaso el que está a la mesa? Y sin
embargo, yo estoy entre ustedes como el que sirve.
Ustedes son los que han
permanecido siempre conmigo en medio de mis pruebas.
Por eso yo les confiero la
realeza, como mi Padre me la confirió a mí.
Y en mi Reino, ustedes comerán
y beberán en mi mesa, y se sentarán sobre tronos para juzgar a las doce tribus
de Israel.
Simón, Simón, mira que Satanás
ha pedido poder para zarandearlos como el trigo,
pero yo he rogado por ti, para
que no te falte la fe. Y tú, después que hayas vuelto, confirma a tus
hermanos".
"Señor, le dijo Pedro,
estoy dispuesto a ir contigo a la cárcel y a la muerte".
Pero Jesús replicó: "Yo
te aseguro, Pedro, que hoy, antes que cante el gallo, habrás negado tres veces
que me conoces".
Después les dijo: "Cuando
los envié sin bolsa, ni alforja, ni sandalia, ¿les faltó alguna cosa?".
"Nada",
respondieron. El agregó: "Pero ahora el que tenga una bolsa, que la lleve;
el que tenga una alforja, que la lleve también; y el que no tenga espada, que
venda su manto para comprar una.
Porque les aseguro que debe
cumplirse en mí esta palabra de la Escritura: Fue contado entre los
malhechores. Ya llega a su fin todo lo que se refiere a mí".
"Señor, le dijeron, aquí
hay dos espadas". El les respondió: "Basta".
En seguida Jesús salió y fue
como de costumbre al monte de los Olivos, seguido de sus discípulos.
Cuando llegaron, les dijo:
"Oren, para no caer en la tentación".
Después se alejó de ellos, más
o menos a la distancia de un tiro de piedra, y puesto de rodillas, oraba:
"Padre, si quieres, aleja
de mí este cáliz. Pero que no se haga mi voluntad, sino la tuya".
Entonces se le apareció un
ángel del cielo que lo reconfortaba.
En medio de la angustia, él
oraba más intensamente, y su sudor era como gotas de sangre que corrían hasta
el suelo.
Después de orar se levantó,
fue hacia donde estaban sus discípulos y los encontró adormecidos por la
tristeza.
Jesús les dijo: "¿Por qué
están durmiendo? Levántense y oren para no caer en la tentación".
Todavía estaba hablando,
cuando llegó una multitud encabezada por el que se llamaba Judas, uno de los
Doce. Este se acercó a Jesús para besarlo.
Jesús le dijo: "Judas,
¿con un beso entregas al Hijo del hombre?".
Los que estaban con Jesús,
viendo lo que iba a suceder, le preguntaron: "Señor, ¿usamos la
espada?".
Y uno de ellos hirió con su
espada al servidor del Sumo Sacerdote, cortándole la oreja derecha.
Pero Jesús dijo: "Dejen,
ya está". Y tocándole la oreja, lo curó.
Después dijo a los sumos
sacerdotes, a los jefes de la guardia del Templo y a los ancianos que habían
venido a arrestarlo: "¿Soy acaso un ladrón para que vengan con espadas y
palos?
Todos los días estaba con
ustedes en el Templo y no me arrestaron. Pero esta es la hora de ustedes y el
poder de las tinieblas".
Después de arrestarlo, lo
condujeron a la casa del Sumo Sacerdote. Pedro lo seguía de lejos.
Encendieron fuego en medio del
patio, se sentaron alrededor de él y Pedro se sentó entre ellos.
Una sirvienta que lo vio junto
al fuego, lo miró fijamente y dijo: "Este también estaba con él".
Pedro lo negó, diciendo:
"Mujer, no lo conozco".
Poco después, otro lo vio y
dijo: "Tú también eres uno de aquellos". Pero Pedro respondió:
"No, hombre, no lo soy".
Alrededor de una hora más
tarde, otro insistió, diciendo: "No hay duda de que este hombre estaba con
él; además, él también es galileo".
"Hombre, dijo Pedro, no
sé lo que dices". En ese momento, cuando todavía estaba hablando, cantó el
gallo.
El Señor, dándose vuelta, miró
a Pedro. Este recordó las palabras que el Señor le había dicho: "Hoy,
antes que cante el gallo, me habrás negado tres veces".
Y saliendo afuera, lloró
amargamente.
Los hombres que custodiaban a
Jesús lo ultrajaban y lo golpeaban;
y tapándole el rostro, le
decían: "Profetiza, ¿quién te golpeó?".
Y proferían contra él toda
clase de insultos.
Cuando amaneció, se reunió el
Consejo de los ancianos del pueblo, junto con los sumos sacerdotes y los
escribas. Llevaron a Jesús ante el tribunal
y le dijeron: "Dinos si
eres el Mesías". El les dijo: "Si yo les respondo, ustedes no me
creerán,
y si los interrogo, no me
responderán.
Pero en adelante, el Hijo del
hombre se sentará a la derecha de Dios todopoderoso".
Todos preguntaron:
"¿Entonces eres el Hijo de Dios?". Jesús respondió: "Tienen
razón, yo lo soy".
Ellos dijeron: "¿Acaso
necesitamos otro testimonio? Nosotros mismos lo hemos oído de su propia
boca".
Después se levantó toda la
asamblea y lo llevaron ante Pilato.
Y comenzaron a acusarlo,
diciendo: "Hemos encontrado a este hombre incitando a nuestro pueblo a la
rebelión, impidiéndole pagar los impuestos al Emperador y pretendiendo ser el
rey Mesías".
Pilato lo interrogó, diciendo:
"¿Eres tú el rey de los judíos?". "Tú lo dices", le
respondió Jesús.
Pilato dijo a los sumos sacerdotes
y a la multitud: "No encuentro en este hombre ningún motivo de
condena".
Pero ellos insistían:
"Subleva al pueblo con su enseñanza en toda la Judea. Comenzó en Galilea y
ha llegado hasta aquí".
Al oír esto, Pilato preguntó
si ese hombre era galileo.
Y habiéndose asegurado de que
pertenecía a la jurisdicción de Herodes, se lo envió. En esos días, también
Herodes se encontraba en Jerusalén.
Herodes se alegró mucho al ver
a Jesús. Hacía tiempo que deseaba verlo, por lo que había oído decir de él, y esperaba
que hiciera algún prodigio en su presencia.
Le hizo muchas preguntas, pero
Jesús no le respondió nada.
Entre tanto, los sumos
sacerdotes y los escribas estaban allí y lo acusaban con vehemencia.
Herodes y sus guardias,
después de tratarlo con desprecio y ponerlo en ridículo, lo cubrieron con un
magnífico manto y lo enviaron de nuevo a Pilato.
Y ese mismo día, Herodes y
Pilato, que estaban enemistados, se hicieron amigos.
Pilato convocó a los sumos
sacerdotes, a los jefes y al pueblo,
y les dijo: "Ustedes me
han traído a este hombre, acusándolo de incitar al pueblo a la rebelión. Pero
yo lo interrogué delante de ustedes y no encontré ningún motivo de condena en
los cargos de que lo acusan;
ni tampoco Herodes, ya que él
lo ha devuelto a este tribunal. Como ven, este hombre no ha hecho nada que
merezca la muerte.
Después de darle un
escarmiento, lo dejaré en libertad".
Pero la multitud comenzó a
gritar: "¡Qué muera este hombre! ¡Suéltanos a Barrabás!".
A Barrabás lo habían
encarcelado por una sedición que tuvo lugar en la ciudad y por homicidio.
Pilato volvió a dirigirles la
palabra con la intención de poner en libertad a Jesús.
Pero ellos seguían gritando:
"¡Crucifícalo! ¡Crucifícalo!".
Por tercera vez les dijo:
"¿Qué mal ha hecho este hombre? No encuentro en él nada que merezca la
muerte. Después de darle un escarmiento, lo dejaré en libertad".
Pero ellos insistían a gritos,
reclamando que fuera crucificado, y el griterío se hacía cada vez más violento.
Al fin, Pilato resolvió
acceder al pedido del pueblo.
Dejó en libertad al que ellos
pedían, al que había sido encarcelado por sedición y homicidio, y a Jesús lo
entregó al arbitrio de ellos.
Cuando lo llevaban, detuvieron
a un tal Simón de Cirene, que volvía del campo, y lo cargaron con la cruz, para
que la llevara detrás de Jesús.
Lo seguían muchos del pueblo y
un buen número de mujeres, que se golpeaban el pecho y se lamentaban por él.
Pero Jesús, volviéndose hacia
ellas, les dijo: "¡Hijas de Jerusalén!, no lloren por mí; lloren más bien
por ustedes y por sus hijos.
Porque se acerca el tiempo en
que se dirá: ¡Felices las estériles, felices los senos que no concibieron y los
pechos que no amamantaron!
Entonces se dirá a las
montañas: ¡Caigan sobre nosotros!, y a los cerros: ¡Sepúltennos!
Porque si así tratan a la leña
verde, ¿qué será de la leña seca?".
Con él llevaban también a
otros dos malhechores, para ser ejecutados.
Cuando llegaron al lugar
llamado "del Cráneo", lo crucificaron junto con los malhechores, uno
a su derecha y el otro a su izquierda.
Jesús decía: "Padre,
perdónalos, porque no saben lo que hacen". Después se repartieron sus
vestiduras, sorteándolas entre ellos.
El pueblo permanecía allí y
miraba. Sus jefes, burlándose, decían: "Ha salvado a otros: ¡que se salve
a sí mismo, si es el Mesías de Dios, el Elegido!".
También los soldados se
burlaban de él y, acercándose para ofrecerle vinagre,
le decían: "Si eres el
rey de los judíos, ¡sálvate a ti mismo!".
Sobre su cabeza había una inscripción:
"Este es el rey de los judíos".
Uno de los malhechores
crucificados lo insultaba, diciendo: "¿No eres tú el Mesías? Sálvate a ti
mismo y a nosotros".
Pero el otro lo increpaba,
diciéndole: "¿No tienes temor de Dios, tú que sufres la misma pena que él?
Nosotros la sufrimos
justamente, porque pagamos nuestras culpas, pero él no ha hecho nada
malo".
Y decía: "Jesús,
acuérdate de mí cuando vengas a establecer tu Reino".
El le respondió: "Yo te
aseguro que hoy estarás conmigo en el Paraíso".
Era alrededor del mediodía. El
sol se eclipsó y la oscuridad cubrió toda la tierra hasta las tres de la tarde.
El velo del Templo se rasgó
por el medio.
Jesús, con un grito, exclamó:
"Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu". Y diciendo esto,
expiró.
Cuando el centurión vio lo que
había pasado, alabó a Dios, exclamando: "Realmente este hombre era un
justo".
Y la multitud que se había
reunido para contemplar el espectáculo, al ver lo sucedido, regresaba
golpeándose el pecho.
Todos sus amigos y las mujeres
que lo habían acompañado desde Galilea permanecían a distancia, contemplando lo
sucedido.
Llegó entonces un miembro del
Consejo, llamado José, hombre recto y justo,
que había disentido con las
decisiones y actitudes de los demás. Era de Arimatea, ciudad de Judea, y
esperaba el Reino de Dios.
Fue a ver a Pilato para
pedirle el cuerpo de Jesús.
Después de bajarlo de la cruz,
lo envolvió en una sábana y lo colocó en un sepulcro cavado en la roca, donde
nadie había sido sepultado.
Era el día de la Preparación,
y ya comenzaba el sábado.
Las mujeres que habían venido
de Galilea con Jesús siguieron a José, observaron el sepulcro y vieron cómo
había sido sepultado.
Después regresaron y
prepararon los bálsamos y perfumes, pero el sábado observaron el descanso que
prescribía la Ley.
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EL TIEMPO PARA HOY, DOMINGO DE RAMOS
Hoy, Domingo de Ramos, se esperan nubes y claros con muy poca posibilidades de lluvias. En caso de que hubiera algunas precipitaciones, serian leves y de rápido paso. Conforme pase el día las pocas posibilidades de lluvia iran disipándose.
*Queremos aclarar
que lo que colgamos son tendencias, que pueden o no cumplirse, ya que la
meteorología es una ciencia complicada y que depende de muchos factores.
*Información de:
AEMET