lunes, 18 de noviembre de 2013

¿QUÉ ES EL AÑO DE LA FE?

Entramos en la recta final para el Vía-Crucis Extraordinario que tendrá lugar el próximo viernes, si el tiempo lo permite, presidido por la Imagen de Nuestro Padre Jesús Cautivo.
 
Muchos han sido los que nos han preguntado que cuál era el motivo de este acto, a lo que contestamos que es por el año de la Fe. Pero, ¿Qué es el año de la fe?
 
 
El año de la fe es una invitación a una auténtica y renovada conversión al Señor, único salvador del mundo. Dios, en el misterio de su muerte y resurrección, ha revelado en plenitud el Amor que salva y llama a los hombres a la conversión de vida mediante la remisión de los pecados

 
“Los hombres viven alejados de Dios” se dice estos días; y con razón se dice, pues hace falta ver el abandono de la vida espiritual o el egoísmo desmedido en las ciudades. En una palabra, parece que los hombres viven como si Dios no existiera. Pero, siendo Dios  la plenitud del ser y bondad, ¿por qué se alejan de él los hombres? Simplemente porque el conocimiento de Dios no es accesible de modo inmediato. No vemos ni tocamos ni olemos a Dios. Podemos pensarlo, pero ante el ritmo de la vida actual parece una pérdida de tiempo dedicar el pensamiento a un ser que es difícil de conocer.
 
Benedicto XVI convoca al año de la fe
 
Ante este problema, Benedicto XVI ha convocado a un tiempo especial en el que los cristianos mediten sobre la fe, como un don y un ejercicio personal y comunitario para el conocimiento de Dios.
Si bien, Dios es alcanzable por la razón humana hasta cierto punto, la razón humana se planifica en la fe que se tiene sobre las realidades que Dios mismo revela de sí. Es decir, la razón humana puede entender a Dios, pero si no es guiada por las enseñanzas que Dios mismo da, se perdería, no sería completa ni óptima. La fe sería, entonces, la aceptación de realidades sobre las que no tenemos una certeza sensitiva, pero si una razonabilidad, pues la razón si fe está ciega y la fe sin razón está hueca.
Es por esto que Benedicto XVI convoca a un tiempo especial de gracia para reflexionar sobre el asentimiento voluntario y razonable que hacemos sobre las enseñanzas dadas por la Revelación de Dios en Jesús, el Señor.
El Papa ha definido el año de la fe como “una invitación a una auténtica y renovada conversión al Señor, único salvador del mundo. Dios, en el misterio de su muerte y resurrección, ha revelado en plenitud el Amor que salva y llama a los hombres a la conversión de vida mediante la remisión de los pecados” (Porta Fidei, 6)
 
Principales objetivos
 
Los objetivos principales del Año de la fe los propone el mismo Benedicto XVI de este modo:
  • Que la fe sea profesada de modo contundente y en público: en las catedrales, parroquias, comunidades religiosas y en las familias.
  • Que el testimonio de la fe en las acciones de caridad aumente y brille en el mundo. Es decir, vivamos como verdadero cristianos, que la fe profesada sea fe de acciones.
  • Que este año suscite en todo creyente la aspiración a confesar la fe con plenitud y renovada convicción, con confianza y esperanza. Intensifiquemos las acciones litúrgicas, particularmente la Eucaristía, de la cual se nutre la fe. De modo semejante, el testimonio de la acción debe intensificarse.
  • Que la reflexión sobre nuestra fe intensifique la relación entre individualidad y vida comunitaria. La misma profesión de fe es un acto personal al mismo tiempo que comunitario. En la fe de la comunidad cristiana cada uno recibe el bautismo , signo eficaz de la entrada en el pueblo de los creyentes para alcanzar la salvación.
  • Que haya una profundización en el asentimiento voluntario y razonable a las enseñanzas recibidas por medio de la Iglesia. Es necesario conocer los contenidos de la fe para asentir con ellos plenamente con la inteligencia y la voluntad. El conocimiento de la fe introduce en la totalidad del misterio salvífico revelado por Dios. Cuando se cree, se acepta libremente el don de la fe.
Gracias a la fe, esta vida nueva plasma toda la existencia humana en la novedad radical de la resurrección. Los pensamientos, la mentalidad y el comportamiento comienzan a purificarse por ella.
 

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